El virus «gemelo» del ébola que la URSS convirtió en arma biológica


por Isabel Miranda

La Unión Soviética llegó a tener capacidad para fabricar en masa la variante U del virus de Marburgo, muy letal en su forma aérea.


—Algo terrible ha ocurrido—dijo a través del teléfono Lev Sandakchiev, jefe del Centro Estatal para la Investigación de Virología y Biotecnología de la URSS. Al otro lado, Anatjan Alivekov, director adjunto del programa de armas biológicas, ya se temía lo peor.
—¿Un accidente?
—Sí, es Ustinov. Se ha inyectado el virus de Marburgo directamente en el pulgar.
—Espera. Ya sabes cuáles son las normas. Mándame un criptograma. No digas nada más.


ABC/El virus de Marburgo

Era el 16 de abril de 1988. El experto virólogo Nikolai Ustinov había estado trabajando en su laboratorio y lo hacía, como desde hacía un tiempo, en el programa de armas biológicas de la Unión Soviética, Biopreparat, cuyas instalaciones estaban repartidas a lo largo de todo el territorio de la URSS y en el que trabajaban un total de 60.000 científicos. Ese día, entre las manos enguantadas de Ustinov estaba un virus «gemelo» del Ébola desde el punto de vista clínico, pero aún más letal: el virus de Marburgo

Cuando Ustinov iba a inyectar en una cobaya una de las cepas obtenidas en laboratorio, un ayudante chocó contra él. La aguja traspasó los guantes y el virólogo sintió como se pinchaba uno de los pulgares. Fue inmediatamente aislado a la espera del desarrollo de la enfermedad, de la que no había tratamiento. Los síntomas que vendrían a continuación no tendrían compasión: fiebre elevada, cefalea intensa, gran malestar...pero también diarrea intensa, dolor y cólicos abdominales, náuseas y vómitos, así como hemorragias de múltiples órganos.

Todo parecía ponerse en contra del científico: aunque no había una cura específica para el virus, algunos médicos habían llegado a la conclusión de que la gamma globulina administrada en las primeras 24 horas a la exposición podía contrarrestar los efectos del virus. Pero no tenían. Tardaron cuatro días en conseguirla. Para ese 20 de abril, Ustinov tenía ya fuertes dolores de cabeza y los ojos rojos, además de pequeñas hemorragias. Reconociendo los síntomas inequívocos de la enfermedad, el virólogo decidió escribir un diario para explicar cómo iba avanzando el virus. 

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