La gárgola viviente


por Paco Máñez

Un antiguo compañero de trabajo de nuestro amigo Francisco Máñez, le relató a éste un extrañísimo suceso ocurrido en su casa del Barrio del Carmen, Valencia, España, cuando éste contaba con apenas cinco o seis años.

El hecho sucedió a finales de los sesenta y el testigo afirma que lo recuerda como si lo hubiese vivido hoy mismo. Nunca antes había contado esta historia, por temor a las burlas, y le pidió a Francisco que si algún día tenía que contarlo, prescindiera de revelar su nombre.


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La historia ocurrió en una fría mañana de noviembre.

Nuestro protagonista, a la sazón un niño, como ya hemos indicado, deseaba ir a jugar a la calle, con sus juguetes, como hacía todos los fines de semana. Por algún motivo, que ni el propio testigo recuerda, su madre no se lo permitió, dándole como única opción, el que subiera a la terraza. El niño recogió sus juguetes y obedeció las indicaciones de su madre.

El mirador era amplio y descubierto, y aquí y allá podía verse la ropa tendida de los vecinos del edificio, agitándose al aire. Nuestro joven protagonista, abrió la puerta, y al hacerlo, descubrió frente a él, posado plácidamente sobre la barandilla de la glorieta, a un extraño pájaro que miraba a su alrededor como oteando su próximo destino.

El niño se fue acercando a él muy despacio, y mientras lo hacía, se dio cuenta que aquel pájaro no era como los que conocía. Era un animal muy grande "del tamaño de un águila" –aseguró-. Sus alas eran como las de un murciélago, y su cuerpo, vuelto de espaldas al muchacho, carecía por completo de plumas.

En un momento dado, el animal, que debió oír los pasos del joven, giró su cara hacía atrás y lo que el niño vio fue tan increíble, que no pudo por menos de detenerse y quedarse asombrado ante lo que veía. ¡Aquel pájaro tenía una cara semihumana y su cuerpo, similar al de una persona, se posaba sobre unas patas terminadas en garras!

Con esto, el "animal" saltó al vacío, y nuestro testigo observó como desplegaba sus alas y se ponía a volar con movimiento lento y armonioso, hasta que desapareció de su vista.

El hombre, aseveró a nuestro compañero, que lo que vio, lo había visto de verdad y que no formaba parte de una ilusión óptica debido a su corta edad. "Aquel pájaro tenía el cuerpo y la cara de un humano, y eso no hay nadie que me lo discuta" –le dijo sin vacilaciones a Francisco Mánez.

El hombre, en su juventud, nunca había oído hablar de las Gárgolas; y hasta que no las oyó mencionar por primera vez, jamás lo asoció con este nombre. Pero en cierta ocasión, en la que tuvo la oportunidad de ver una de ellas, tallada en la piedra, en lo alto de una iglesia, el recuerdo de lo que había visto años antes, siendo niño, volvió a su mente con más fuerza, encontrando en una y otra, un gran parecido.

¿Verían, acaso, los medievales, constructores de catedrales, estos seres fantásticos, de los que nuestro protagonista fue un testigo de excepción?


Fuente:  historiasrealesdelmasalla.blogspot.com.es/2013




Información:

LAS GARGOLAS Y SU HISTORIA

EN ÉPOCA MEDIEVAL LA GENTE, MEDIATIZADA POR MIEDOS, TENIA CREENCIAS SOBRE EL CONTENIDO SOBRENATURAL DE ESTAS TALLAS EN PIEDRA.


      

Actualizado el 22 de nov. de 2011 por  Florian Yubero Cañas



2 comentarios :

Manel Villena dijo...

Es una de las criaturas míticas que más me han atraído toda mi vida. Desde mi infancia. Y no sé , porque. ¿Si creo en la existencia de gárgolas? ... lo que creo es que no hay nada inventado bajo nuestro milenario cielo... Fantástica crónica amigo. Un afectuoso abrazo.

Raimundo Barbado dijo...

Muchas gracias, amigo Manel.