por Raimundo Barbado
Relato auténtico
Después de que mi madre degollara un conejo mientras yo lloraba por su vida sin hacerme caso -había que comérselo-, las cosas no fueron mejor. Me habían parido y creí que eso era algo para bien, no sé cómo. El caso es que creo que yo contaba con cinco años y salí de casa para aventurarme, como solía hacer, en los alrededores de la masía-pozo de huerta donde vivía con mis padres y mis hermanas, rodeado de naranjos, en Quart de Poblet, Valencia, España.
`El motor de La Muleta...´ -decían los regantes de la Germanor de Llauradors de València [En castellano: Hermandad de Labradores de Valencia] durante sus espaciadas visitas.
No recuerdo bien lo que pasó. El cielo lloraba, negros nubarrones amenazaban tormenta. Sé que andando tranquilamente por un pequeño camino llegué a una huerta cercana, llena de moñigos de caballo, buen abono para las patatas. Un labrador que de vez en cuando bebía agua fresca del grifo situado en una esquina de casa, propiedad de la Hermandad de Labradores, al verme por ahí, algo despistado -siempre he sido bastante despistado, me pierdo en las elucubraciones mentales; de hecho no me explico cómo es que tengo estudios más que superiores- me dijo: Hola, xiquet! Quins feixos per ací? Vols un ocellet? [En castellano: ¡Hola, chiquillo! ¿Qué haces por aquí? ¿Quieres un pajarito?]
ecoreservaojen.com/Galería Pajarillos.
Está claro que el hombre me reconoció. Le dije que sí. Y es que realmente siempre había tenido la ilusión de disponer de un pajarillo, cosa que me parecía inalcanzable, ya que mi padre sólo cazaba yendo en bicicleta pardillos en Teruel para luego venderlos y nunca me daba nada; además, mi primo Miguel, algo mayor que yo, los gorriones que cazaba con un tirachinas se los quedaba para desplumarlos, freírlos con tomate y comérselos. Creo que mi padre no me consideraba hijo suyo, triste falta de cariño, pero eso es otra historia, y además me da completamente igual.
El labrador me dijo que lo había encontrado enganchado de una pata en un romero del campo y que no sabía qué hacer con el pajarito...que me lo llevara yo. Lo había sujetado con un hilo de coser. Era verdosillo. Lo cogí y me lo llevé hacia casa. Le dí las gracias. Hoy día sé que era un chochín.
El pajarillo trataba de escaparse dando pequeños vuelos hacia arriba, pero el hilo lo sujetaba y volvía a caer abajo, sobre mis manos. No me percataba del sufrimiento del animalito y fui muy feliz mientras lo portaba. Es cuando llegaba a casa, para enseñarle el pajarito a mi madre, como una reliquia, que el mundo se me cayó encima, aplastándome sin reparos. Un gato pardo, que yo no sé de dónde salió, apareció de repente, dio un brinco y me quitó al pajarillo de un bocado. La pequeña avecilla chillaba mientras el estúpido felino se la llevaba con prisas, para comérsela, a un enorme campo de mimbres que estaba adjunto a la casa de mis padres, donde se metió y se perdió.
Rabioso, cogí del suelo una piedra y se la lancé al gato, para matarlo por ladrón, pero no le dí.
Frías gotas de lluvia golpearon mi cara y me refugié llorando debajo de la higuera que había junto al pozo, que ya comenzaba a dar brevas, al lado del perro llamado "Mangas", siempre atado a una cadena y que siempre vi (tenía más años que yo), mientras mi madre echaba maíz picado a las gallinas que merodeaban por la puerta de casa -de vez en cuando se salían del corral, paseaban por dentro de la hacienda y se asomaban por fuera-; curiosamente el maldito gato no las atacaba...quizá eran aves demasiado grandes para comérselas o que temía sus picotazos, no sé.
Frías gotas de lluvia golpearon mi cara y me refugié llorando debajo de la higuera que había junto al pozo, que ya comenzaba a dar brevas, al lado del perro llamado "Mangas", siempre atado a una cadena y que siempre vi (tenía más años que yo), mientras mi madre echaba maíz picado a las gallinas que merodeaban por la puerta de casa -de vez en cuando se salían del corral, paseaban por dentro de la hacienda y se asomaban por fuera-; curiosamente el maldito gato no las atacaba...quizá eran aves demasiado grandes para comérselas o que temía sus picotazos, no sé.
Poco después, un agricultor que se presentó con un paraguas para beber agua, oriundo de Ibiza, donde ya no podía vivir por sentencia judicial de destierro al haberle pegado a su mujer (denuncia falsa, lo sé yo) llenó un botijo de cerámica, me vio llorando y me preguntó: ¿Qué te pasa, niño?
Le expliqué lo que acababa de ocurrirme con el pajarillo y el gato, sonrió y me respondió: "En Ibiza no te hubiera pasado eso...". Y continuó diciendo: "Allí los gatos son más educados."
Información:
Pink Floyd - Ibiza Bar (Spanish Subtitles - Subtitulos en Español)
Pink Floyd - Ibiza Bar (Spanish Subtitles - Subtitulos en Español)
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"Ibiza Bar" es una canción escrita por la banda inglesa de rock progresivo Pink Floyd, aparecida en su tercer álbum Music from the Film More.
Empieza con un riff similar al de "The Nile Song". Aunque, a diferencia de esa canción, la canción no utiliza muchas escalas, y los solos e improvisaciones de Gilmour en guitarra usan más eco. Ambas canciones se encuentran entre los escasos coqueteos que hizo la banda con un sonido más pesado de rock, junto con The Gold It's in the...de Obscured by Clouds y Young Lust de The Wall.
Publicado el 17 feb. 2011 por Rafael Ramírez III
Información:
Pink Floyd - Lucifer Sam (traducida)
Lucifer Sam, escrita por Syd Barrett, traducido para la gente que entiende.
Música en este vídeo
Canción Lucifer Sam
Artista Pink Floyd
Álbum The Piper At The Gates Of Dawn
Writers Syd Barrett
Con licencia cedida a YouTube por
Pink Floyd (en nombre de EMI Catalogue).
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