Los genes de la eterna juventud


por Pedro Gargantilla

El gen Matusalén, el escudo protector del paso del tiempo. Los afortunados que tienen este gen disfrutan de una protección añadida frente a las dolencias propias de la vejez.

A pesar de que no hay pruebas que lo corroboren, se cuenta que un sexagenario Juan Ponce de León (1460-1521) llegó, a comienzos de abril de 1513, a las costas de Florida en pos de la fuente de la juventud. La leyenda nos dice que perseguía una cuestión atávica: descubrir el manantial salutífero que «tornaba jóvenes a los añosos».
periodicoelnuevomundo.com/El gen Matusalén, el escudo protector del paso del tiempo.

Nuestro organismo tiene aproximadamente cincuenta billones de células, en cada una de las cuales hay cuarenta y seis cromosomas -formados por ADN y proteínas- que están agrupados en veintitrés parejas. La excepción son las células sexuales (óvulos y espermatozoides) que cuentan con tan sólo veintitrés cromosomas –uno de cada par-. En los cromosomas se encuentra toda la información genética perfectamente almacenada y organizada.

Cada uno de ellos tiene en sus extremos una serie de secuencias repetitivas llamadas telómeros. Metafóricamente, podríamos decir que representan la capucha de plástico de los cordones de los zapatos.

El papel de la telomerasa es clave

A medida que las células se dividen, los telómeros se van acortando y, de esta forma, perturban el correcto funcionamiento celular, lo cual conduce inexorablemente al envejecimiento de nuestras células. Los telómeros no se conforman con eso, sino que, como si de un reloj biológico se tratase, cuando su tamaño se reduce a un cierto límite, desencadenan las reacciones bioquímicas que acaban en la muerte celular.

Afortunadamente nuestras células tienen un relojero –una enzima- que puede «retrasar» el tiempo: la telomerasa. De haber existido la fuente de la eterna juventud, ésta estaría colmada de ejércitos de telomerasas.


bellezayalma.com/Fuente de la eterna juventud es posible.

Los genes de la eterna juventud

De todos los genes implicados en el retraso del envejecimiento, el que más titulares de prensa acapara es, sin duda, el «gen Matusalén», un insólito ensamblaje del ADN situado en el cromosoma 2. Desgraciadamente, este gen no está al alcance de cualquiera; se calcula que tan sólo una de cada diez mil personas lo tiene integrado en su genoma.

Los afortunados son menos susceptibles a padecer diabetes, dolencias cardíacas y disfrutan de una coraza protectora no solo frente al envejecimiento, sino también contra los efectos deletéreos del tabaco o de los alimentos procesados.

Otro de los implicados es el gen MC1R, que es trascendental para la fabricación de melanina, el pigmento que protege nuestra piel de los efectos de la radiación ultravioleta. Diversos estudios han apuntado que algunas variantes de este gen hacen que las personas permanezcan dos años más jóvenes, en promedio, que aquellas que no lo poseen.

El llamado NDT80 es otro gen que parece ser clave para el rejuvenecimiento. Cuando se ha activado en células en las que estaba silente se ha conseguido que vivieran el doble del tiempo normal. Parece ser que su importancia radica en fabricar una proteína cuya misión es capaz de activar otros genes. A la larga caterva de genes antienvejecimiento un grupo de científicos alemanes añadió el gen FOXO3A. Estos investigadores comprobaron que era uno de los responsables de llegar sanos a la décima década de la vida.

Volviendo al vallisoletano Ponce de León, falleció a la edad de 62 años a consecuencia de las heridas provocadas por unas flechas envenenadas. Vamos, que si descubrió la fuente de la eterna juventud, no bebió de sus aguas, ni se bañó en ellas y si lo hizo, de poco le sirvió.

Fuente:  periodicoelnuevomundo.com/ciencia/los-genes-de-la-eterna-juventud/2020


Información:

La ciencia y la búsqueda de la eterna juventud

En ese prodigioso compendio de mitos que es el tríptico El jardín de las delicias (1500-1505), cumbre de la pintura de El Bosco, aparece representada en la tabla central lo que algunos expertos han identificado como la fuente de la vida. Una leyenda antiquísima -se cree que la primera referencia a la misma se encuentra en los textos de Heródoto hace 2.500 años- que ha atravesado tiempos y culturas como expresión de las ansias de inmortalidad del ser humano, de su temor ante la vejez y la muerte. Leyendas del medievo europeo como la piedra filosofal, lugares mágicos buscados por los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo o las historias acerca del agua de la vida que Alejandro Magno persiguió en sus conquistas dan testimonio de esta búsqueda. Magos, sabios y reyes en China, India o Egipto intentaron dar con el elixir de la juventud.



Los métodos han cambiado y la ciencia ha sustituído (no del todo) a la alquimia. Pero eso no ha detenido esta carrera iniciada miles de años atrás. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), experta en biología molecular e investigadora de prestigio mundial, lleva décadas estudiando el proceso de envejecimiento de nuestras células. Los avances de Blasco y su equipo en este campo vienen a descubrirnos que hemos pasado mucho tiempo buscando fuera la fuente de la vida, en arriesgados viajes y peligrosos experimentos químicos, hasta darnos cuenta de que en realidad la teníamos en nuestros propios genes desde el nacimiento. Al final de nuestros cromosomas se encuentran unas estructuras denominadas telómeros que son esenciales para la estabilidad del genoma; sin embargo, a pesar de su importancia, cada vez que nuestras células se dividen los telómeros se van desgastando, llevando al mal funcionamiento de los tejidos y órganos y, en última instancia, a la muerte. “El antídoto contra este acortamiento de los telómeros, explica Blasco, es la enzima telomerasa”, que todos producimos pero solo actúa durante el desarrollo embrionario, cuando se determina la longitud de los telómeros. El resto del tiempo permanece silenciada, excepto en un caso: las células cancerígenas (para que haya cáncer las células despiertan la telomerasa). Así pues, esa enfermedad terrible que causa millones y millones de muertes al año en todo el planeta, nos ha enseñado una de las claves esenciales que pueden ayudarnos a ralentizar el envejecimiento.

El equipo de María Blasco está experimentando en animales la forma de introducir de forma vírica en los organismos la enzima de la telomerasa: “Lo que estamos intentando es entender con profundidad cómo funcionan estos mecanismos del envejecimiento para ser capaces de prevenir la aparición de enfermedades”. Blasco cree que en no mucho tiempo seremos capaces de alargar nuestra esperanza de vida gracias a esta previsión, consiguiendo así atajar enfermedades antes de que sea tarde. Hace pocos días, un español, Francisco Núñez Oliveira, se convertía en el hombre más viejo del plantea al cumplir 113 años. Se declaraba entonces “loquísimo y contento de su alma”; tal vez alcanzar su edad -que no su excelente ánimo- no sea tan extraño en un futuro cercano.

Entrevista y edición: Azahara Mígel | Georghe Cirja
Texto: José L. Álvarez Cedena 
#VodafoneOne


Publicado el 17 dic. 2017 por  El Futuro Es Apasionante de Vodafone

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