por AGENCIAS
Una revolución llega al mundo de la investigación submarina, tanto arqueológica como de los océanos. Se trata de Ocean One, un robot humanoide capaz de sumergirse donde los humanos no pueden llegar.
Ocean One, un robot humanoide bajo el agua bimanual con retroalimentación háptica permite a los pilotos humanos una capacidad sin precedentes para explorar las profundidades de los océanos con alta fidelidad.
Este humanoide fue diseñado por el equipo del profesor Oussama Khatib de la Universidad de Stanford (California), EE.UU.
lostiempos.com/Ocean One, un robot buceador | AGENCIAS.
El Ocean One es algo así como un robot-sirena, afirman sus creadores. Aproximadamente mide metro y medio de largo de punta a punta, incluye visión estereoscópica, dos brazos completamente articulados, ocho propulsores y pesa 180 kilos.
De hecho, mediante la medición de las fuerzas mecánicas de los brazos y los dos hápticos -tipos de joystick de fuerzas de recuperación y pares mecánicos- el robot bajo el agua transmite al arqueólogo que permanece en superficie la "sensación" de estar a la vez en el fondo, facilitando la manipulación de objetos en el fondo del mar.
Este avatar robótico permitirá que el conductor pueda investigar como se haría en un buceo científico lugares de interés cultural subacuático situados más allá de los límites del buceo humano, entre 100 y 1.000 metros de profundidad, sin limitación de tiempo.
De momento las pruebas se realizaron hasta 100 metros de profundidad, pero toda la tecnología que resta a bordo está preparada para llegar a los 500 metros de profundidad con algunas modificaciones.
En colaboración con el Departamento de Investigación Arqueológica Subacuática (Drassm), Ocean One se embarcó en el André Malraux para explorar los restos del naufragio de La Lune, a 100 metros de profundidad en el Mediterráneo. El buque insignia del rey Luis XIV que se hundió allí, a 32 kilómetros de la costa sur de Francia, en 1664. Desde que se hundió ningún ser humano exploró sus restos ni los innumerables tesoros y artefactos de la nave.
El pasado 15 de abril 2016, Ocean One recuperó un ánfora y la devolvió a la cubierta del barco ante la gran emoción de los arqueólogos, ingenieros y científicos que se agolpaban a su alrededor.
La expedición a La Lune era el viaje inaugural del Ocean One, y en base a su sorprendente éxito se espera que el robot se pueda utilizar en tareas altamente cualificadas, demasiado peligrosas para los buceadores humanos.
EXPLORAR
El robot ayudará a los investigadores a explorar sitios arqueológicos sumergidos que están a demasiada profundidad como para ser explorados por buzos humanos.
Fuente: lostiempos.com/tendencias/tecnologia/2016
Información:
El robot submarinista que recuperará los tesoros del fondo del mar
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Hemos enviado robots al espacio y a rescatar personas entre los escombros después de un terremoto.
Hemos puesto robots en las fábricas y en los aeropuertos. “El progreso en movilidad robótica ha sido asombroso”, aseguraba el profesor Oussama Khatib en una entrevista para el New York Times. “Los robots pueden ver, hacer mapas, y descubrir barcos que han naufragado. Pero no pueden hacer nada”. Lo de los barcos, aunque suene raro, no es una excentricidad, porque Kathib realizaba estas declaraciones después de que un robot humanoide de su creación, el OceanOne, hubiera descendido casi cien metros hasta la fragata Luna, hundida en 1664, para recuperar una vasija entre los restos del naufragio en la costa francesa.
El profesor Khatib dirige el laboratorio de Robótica de la universidad de Stanford, donde lleva cuatro años trabajando en desarrollar este prototipo en el que se han invertido cuatro millones de dólares.
Lo más asombroso de OceanOne no es su capacidad de llegar a profundidades que resultan inaccesibles para los humanos (bucear a más de 60 metros ya resulta muy peligroso), sino el complejo mecanismo que permite a un operador humano manipular objetos a través del robot como si fueran sus propias manos. Y es que, aunque se suele poner el foco en la capacidad de pensar que tendrán las máquinas en un futuro, el reto de conseguir que los robots hagan cosas es igual de complejo. Acciones que para un humano son realmente sencillas como sentarse o colocar el tapón de una botella, se convierten en un problema de difícil resolución cuando se trasladan a la robótica. Un robot puede tener una gran fuerza o una precisión milimétrica, pero ajustar ambas cualidades para que trabajen en conjunto, como hace nuestro cerebro cuando da las órdenes justas de presión y movimiento a nuestras manos, no es nada fácil.
En el caso de OceanOne, el equipo de Kathib ha resuelto este problema a través de un sofisticado sistema de retroalimentación háptica: la persona que maneja el robot puede sentir a través de los controles lo que está manipulando el humanoide con sus manos y, de esta forma, se convierte en una especie de avatar en las profundidades.
OceanOne fue diseñado originalmente para ayudar a los científicos a investigar y proteger los valiosos arrecifes de coral del Mar Rojo. El robot, de un metro y medio de altura, está equipado con visión estereoscópica y ocho motores multidireccionales que le permiten desplazarse en el agua en cualquier dirección. Oussama Khatib cree que una de las misiones más importantes que cumplirán este tipo de robots es operar en lugares peligrosos para el ser humano, como zonas de alta montaña, terrenos expuestos a altas radiaciones o profundidades submarinas.
Su visión es que en el futuro robots y humanos trabajarán juntos, así que debemos aprender a convivir con ellos y enseñarles las tareas que deben realizar casi como si fueran niños. Esta convivencia será tanto mejor en cuanto los robots tengan una apariencia amable; de ahí que Kathib nunca se olvide de señalar -como hizo orgulloso en el New York Times- que una de las cosas que más le gustan de su creación es que “tiene una cara amigable”.
Texto: José L. Álvarez Cedena
Publicado el 4 oct. 2016 por elFuturoEsOne
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