por Raimundo Barbado
Relato
Dedicado a María José, de Valencia.
Eran aproximadamente las once de la noche de un sábado del año 2015.
El chico (no tan chico, de más de cincuenta años), bastante ilusionado con la chica con la que había quedado por teléfono a las diez, se tomó un gin-tonic en un bar de enclave mútuo, sito en la zona de Viveros de Valencia, España.
El chaval, sentado bajo un porche, a las afueras del citado bar, viendo que transcurrían los minutos y que la tia no se presentaba, se tomó otro gin-tonic, después otro gin-tonic más, y luego finalmente, fumándose unos cigarrillos de marca "Ducados-negro" se fue un rato, semiborracho, a un puf cercano para rematar la noche, acompañado de música de fondo, con un chupito de whisky, dentro del local donde ella y él, habían estado juntos tomando algo en más de una ocasión, hasta las tres o las cuatro de la mañana.
Allí tampoco estaba, así que, en consecuencia, la llamó por teléfono para averiguar qué cojones pasaba; pero respondía el contestador automático de ella..."En estos momentos no estoy disponible, deja tu mensaje y ya te contestaré..."
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Como seguía sin verla, optó por tomar la decisión de buscarla por la calle, puesto que ella solía pasear a su perrita Odinne en la avenida de Primado Reig, cuando le correspondía dejársela a su cornúspedo marido Carlos, por antonomasia, bajo luces de farolas que, de vez en cuando, se apagaban, quedándose entonces Marcos moviéndose entre las sombras.
- ¿Pero dónde coño estará esta tía? -se preguntó, cabreado, al seguir sin verla durante tanto rato.
Por fin, ella le respondió a su teléfono móvil, explicándole que no se acordaba de que habían quedado juntos -que le perdonara por el olvido-, y, de paso, añadiendo que había estado paseando por la playa de La Malvarrosa; así como agregando que en esos momentos era poco factible verse porque se estaba tomando en Alboraya -localidad cercana a la ciudad de Valencia-; unas horchatas por ahí con su amiga (supuesta) Amparo.
- ¿Estás segura de que todo ésto que me dices es verdad? -inquirió el chico, bastante dudoso.
Entonces ella, en vez de responderle debidamente, cortó la comunicación, como si su teléfono móvil se hubiera quedado sin batería, o algo así.
El chico, al final, bastante debatido, tomó un taxi y regresó a su domicilio, en el barrio de La Luz, pensando, más o menos: "menuda puta, eso debe ser que está con otro que le interesaba más que yo..."
Y se fue al bar de la chinita Yan, para tomarse, algo apesadumbrado, otro gin-tonic entre las sombras, bajo la luz de la Luna, lunera, cascabelera.
Cosas que pasan...
Aunque, en realidad, no estoy muy seguro de que todo ésto me haya pasado a mí; en fín.
Información:
Publicado el 26 ene. 2014 por Samot Marquez
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