por Jenny Moix Queraltó
PSICOLOGIA
A pesar de la evolución, conservamos la esencia de los antepasados de hace millones de años.Traumas, manías o formas de comportarnos tienen sus raíces en nuestro pasado tribal. Relaciones conscientes. Reprogramar actitudes.
elpais.com/Ilustración de João Fazenda.
Cuando Lucy murió con 20 años, sus hijos y su familia no celebraron
funeral ni le dieron sepultura. No es que no sintieran nada por ella, de
hecho Lucy tampoco hubiera practicado ningún tipo de ceremonia
funeraria en caso de que alguien de su familia hubiese fallecido.
Y es
que Lucy fue una Australopithecus que vivió hace 3,2 millones de años en
la sabana africana. Todos los humanos estamos emparentados con ella, o
bien somos descendientes directos o bien lo somos de alguno de sus pocos
congéneres.
Lucy es Eva. Si la viéramos a través de unos prismáticos
que atravesaran los siglos, podríamos percatarnos de que se parecía más a
un chimpancé que a un humano. ¿Qué característica crucial posee Lucy
que la diferencia de los primates anteriores para que la consideremos el
primer escalón hacia el sapiens? Ella y los suyos fueron los
primeros que se pusieron de pie. Dejaron libres las dos extremidades que
ahora nos permiten sostener el periódico o teclear el ordenador. No lo
hicieron por esto, claro: se levantaron para, con sus manos libres,
poder recolectar alimentos. Además, tener la cabeza más alta les
posibilitaba ver más allá y detectar posibles depredadores.
"A pesar de su gran erudición, el ‘Homo sapiens’ es aún un mono desnudo”. Desmond Morris
Para explicar nuestro bipedismo tenemos que viajar millones de años
atrás, y sin embargo no acudimos a ese pasado a la hora de intentar
comprender nuestros miedos, nuestras motivaciones, nuestras neuras.
Pensamos en todo ello sin perspectiva, cayendo en argumentos incompletos
y ridículos. Sí que tenemos integrado que a veces la explicación de
nuestros traumas, nuestras manías o formas de comportarnos se encuentra
en la infancia. Y gracias a los conocimientos de genética y epigenética,
cada vez somos más conscientes de cómo nos pueden influir nuestros
padres, abuelos, bisabuelos…Pues bien, todavía nos quedamos cortos, si
quisiéramos ampliar la comprensión de nosotros mismos, deberíamos tirar
de un hilo de millones de años y llegar hasta Lucy.
lucy8795.blogspot.com/Reconstrucción de una posible imagen de Lucy según los restos fósiles encontrados.
El sociólogo, primatólogo y antropólogo Pablo Herreros asevera: “En un
estadio de fútbol detectamos patrones de comportamiento cuyo origen
hunde sus raíces en nuestro pasado tribal”. Esta afirmación representa
sólo la orilla de la idea. Cuando nuestro equipo pierde y nos
comportamos como “energúmenos”, la culpa puede ser de nuestro
cavernícola interior, pero no sólo en ese momento, sino que nuestra
condición de primates siempre está presente. Inclusive cuando estamos
ante el ordenador. Somos cromañones informáticos. Si ponemos ojos de
zoólogos y analizamos las actuaciones de los sapiens en las redes
sociales, podemos encontrar: rituales de galanteo, ataque, caza de
alimentación (trabajo), demostraciones de poder, territorialidad…En el
fondo del fondo, la esencia es la misma, sólo cambia el traje.
Sentimientos y comportamientos
Ese tirar para atrás es un viaje al centro del cerebro. El encéfalo es como los anillos del tronco de un árbol, que va creciendo con los años. La evolución es una especie de apilamiento de estratos. En concreto, de tres. A cada uno de ellos se le considera “un cerebro” porque posee su propia inteligencia, su propio sentido del tiempo y espacio, y su propia memoria.
El más profundo, el que está en el centro, se denomina
“cerebro reptiliano”. No piensa, ni tiene emociones, actúa por reflejos y
homeostasis. Lo envuelve el cerebro límbico responsable de las
emociones. Y en la superficie, el neocórtex, el que nos caracteriza como
sapiens, el que se encarga de nuestro pensar.
Aunque los humanos vamos
muy de intelectuales, no sólo empleamos el neocórtex, utilizamos los
tres cerebros constantemente. Por debajo de nuestra intelectualidad,
está Lucy manejando los controles, y si vamos profundizando nos
encontramos otros mamíferos y reptiles al mando.
Desmond Morris, zoólogo y autor de El mono desnudo, inicia su
libro concienciándonos de la importancia de bucear más allá de los
motivos “racionales” que empleamos para explicarnos: “Hay ciento noventa
y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de
ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono
desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens.
Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su tiempo
estudiando sus más altas motivaciones, y una cantidad de tiempo igual
ignorando a conciencia las fundamentales”.
centinela66.wordpress.com/Corte transversal de un cerebro humano presentando su estructura evolutiva.
Entramos en una moderna perfumería y compramos una colonia para regalar a
nuestro marido. Parece que nuestra cavernícola interior no ha tenido
nada que ver con la elección del perfume, pero en realidad sí. Dado que
hemos visto en diferentes ocasiones un anuncio de esta marca podríamos
deducir, en un análisis superficial, que hemos actuado motivados por el marketing.
Y en parte así es, pero resulta que en esa publicidad en concreto el
protagonista es un hombre musculoso que sostiene en brazos a un tierno
bebé. Los publicistas conocen muy bien a nuestro cromañón particular y
se dirigen a él directamente. Los estudios demuestran que una de las
imágenes que más nos dilatan las pupilas a las mujeres son las de
hombres fornidos abrazando tiernas criaturas. Nos chiflan. La cromañón
que fuimos buscaba a hombres capaces de proteger a sus crías y de esta
forma asegurar la continuidad de sus genes. Y todavía se nos siguen
dilatando las pupilas cuando vemos ejemplares así. En lo más profundo de
nuestro inconsciente lo que pretendíamos al comprar el perfume es
nuestra continuidad genética.
Por ejemplo, solamente recurriendo a él podemos entender
los datos de un estudio publicado en la revista The Economic Record
que revela que los hombres más altos suelen ganar más dinero que sus
compañeros de corta estatura. La altura está relacionada con la fuerza
pero no con la inteligencia. La fuerza es una gran cualidad para
sobrevivir en la selva, pero no debería serlo en la oficina. Sin
embargo, nos queda todavía una inercia evolutiva que nos hace valorar en
mayor medida a los más altos.
Entre Lucy y los Beatles existe un vínculo muy especial. Y es que a esta Australopithecus
la bautizaron con este nombre porque, al día siguiente de hallar sus
restos fósiles, el equipo de investigación estaba escuchando Lucy in the sky with diamonds.
A Lucy no le hubiera gustado esta canción, porque de hecho los Australopithecus
no conocían la música. Parece ser que esta afición es nuestra, de los
sapiens, aunque sus orígenes más rudimentarios se remontan más allá. En
los grupos sociales más simples la aparición de la música representó un
papel semejante a los gritos de los chimpancés, o sea, actuaba de
sincronizador y excitador colectivo. Eso explica que las discotecas
estén tan llenas de primates…humanos.
"Yo creo que existe, y lo siento dentro de mí, un instinto de la verdad o el conocimiento o el descubrimiento”. Charles Darwin
“¡Animal!” es un insulto que se dice cuando alguien comete una
“salvajada”. Este adjetivo también podríamos emplearlo cuando queremos
ensalzar el comportamiento de los cooperantes. Esas personas que dedican
su vida a los demás. El altruismo también es antiguo, primitivo,
animal. Algunos cráneos fósiles de homínidos arcaicos muestran que en
los últimos años de su vida vivieron sin dientes. Sobrevivieron porque
otros les masticaban la comida.
Si clavamos la mirada en esas oscuras pupilas que nos miran desde el espejo, podremos notar cómo ese Australopithecus
que llevamos dentro también nos contempla. Posiblemente atónito por el
lío emocional que nos caracteriza. Él podría ayudar a desliarnos
haciéndonos más comprensibles sentimientos y comportamientos que nos
parecen absurdos. Y dándonos pistas de cómo nos podemos sentir más
cómodos. Quitarnos o aflojarnos la faja de los convencionalismos
sociales seguro que sería uno de sus primeros consejos. Establecer un
estrecho vínculo con ese ancestro-maestro no es difícil: no se
encuentra a millones de años de distancia, sino que lo llevamos dentro.
Se comunica con nosotros a través del cuerpo.
Así que sólo es cuestión
de estar atentos a nuestra biología.
Información:
LA GUERRA DE FUEGO 01
Conocida en español como La guerra del fuego o En busca del fuego, es
una película francesa de Aventuras de 1981 dirigida por Jean-Jacques
Annaud y protagonizada por Everett McGill, Ron Perlman, Nameer El-Kadi y
Rae Dawn Chong.
Está basada en la novela homónima de J. H. Rosny,
traducida al castellano como La conquista del fuego.
La historia está ambientada en la prehistoria europea, y trata de la lucha por el control del fuego por los humanos primitivos. El film puede ser considerado de caracter formativo, personal o incluso académico, ya que es clarificador de muchas dudas sobre el tema que trata. Es además considerado un clásico del cine fantástico, debido a sus muchos atributos y una atmósfera cautivadora de principio a fin.
La superproducción, principalmente franco-canadiense, aún hoy da de qué hablar por su impecable puesta en escena y su muy inteligente facturación, con un lenguaje verbal creado por Anthony Burgess y uno corporal diseñado por Desmond Morris.
La calidad del film fue consagrada
con varios premios, entre ellos el Premio Oscar 1983 al mejor
maquillaje, el Premio César 1982 al mejor director y la mejor película,
el Premio BAFTA 1983 al mejor maquillaje, el Premio Saturno 1982 a la
mejor película internacional, y 5 premios Genie en 1982.
Actualizado el 30/11/2011 por
Canal de tucinepe
Canal de tucinepe
Fuente: elpais.com/elpais/2014
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