Viaje a la mansión secreta que acabó con el código nazi


por Mario Viciosa

Bletchley Park, cuna de los 'hackers' matemáticos 


Se reinaugura el Museo Blethcley Park, donde trabajó Alan Turing en la guerra. Se convirtió en una factoría de romper códigos de comunicación entre 1939 y 1945. Allí se conservan las primeras 'máquinas de computar'. Además: Turing, 60 años de códigos rotos.


elmundo.es/Fachada principal de la mansión de Blethcley Park


El lugar más secreto de la Inglaterra de 1939 sigue siendo discreto. Apenas un par de carteles en las rotondas cercanas ponen al visitante sobre la pista: "Bienvenidos a la tierra de los 'rompecódigos'". Advertencia de que uno se acerca a algo así como la cuna de los 'hackers'.

A las afueras de la localidad de Milton Keynes, a 80 kilómetros de Londres, renace Bletchley Park. Rescatada del olvido y la voracidad inmobiliaria, la mansión que preside el recinto se reivindica como el lugar donde se ganó la batalla del espionaje contra los nazis.

El gobierno encargó en 1939 la compra del caserón victoriano y su finca. Durante el verano, se ejecutó la silenciosa transformación en instalación militar. Una gigantesca secuoya sirvió para camuflar las antenas destinadas a recibir los mensajes en clave del enemigo, interceptados a cientos de kilómetros. Reinaugurado este año, el recinto es ahora un museo sostenido por una fundación privada que acaba de terminar las labores de rehabilitación. La finca y sus construcciones, semiabandonadas, se salvaron por poco de la demolición en los años noventa, cuando casi nadie conocía su historia, calificada de 'alto secreto'.


audienciaelectronica.net/Alan Turing

Ahora se ha convertido en meca de peregrinación de admiradores de la figura del criptoanalista Alan Turing. El matemático fue el gran fichaje aliado en el equipo que aceleró el final de la Segunda Guerra Mundial. 

"Cuando el estallido era inminente, la Escuela de Códigos y Cifrados se armó con físicos y matemáticos. Entre ellos, crucigramistas y ajedrecistas muy reconocidos", recuerda la investigadora Ágata Timón, autora, junto a Manuel de León, del libro 'Rompiendo Códigos' (Catarata/CSIC).

"En algunos casos, su entrada en Bletchley Park supuso todo un choque cultural", señala Sinclair McKay, investigador británico que ha recabado decenas de testimonios de veteranos. Es autor, entre otros libros, de 'The Lost World of Bletchley Park' (Aurum). "En el pueblo no había nada más que una fábrica de ladrillos, que desprendía un olor fétido, y el ferrocarril", recuerda McKay en conversación con EL MUNDO.

Los lugareños se extrañaron ante la llegada de gente tan peculiar. Hubo rumores de todo tipo. Se llegó a decir que era un centro psiquiátrico; pero la gente, en guerra, prefería no hacer preguntas. Hoy los 180.000 habitantes del entorno son testigos del incipiente turismo criptográfico que salpica el recinto de adolescentes y veteranos de guerra a partes iguales.

La mayor colección de 'Enigmas' 

La mansión, en la parte más alta, rezuma densidad decimonónica. Gruesas cortinas y maderas al uso victoriano. Puro contraste con la tecnología punta que desfiló por las inmediaciones en forma de máquina Enigma. Esas cajas de cifrado germanas están preservadas por el museo, en la mayor colección de 'enigmas' del mundo.


"Es similar a una máquina de escribir con un teclado luminoso", expone Tom Brigg, experto del museo. "Era rápida y portátil. Cada vez que se pulsa una letra, en un panel luminoso se enciende otra letra. Así, por cada letra del mensaje original, tenemos otra con la que se corresponde en clave".

Hitler vendió a Franco máquinas Enigma para la Guerra Civil española

La fortaleza de la Enigma reside en que la correspondencia entre las letras originales y las cifradas no es siempre la misma. Un sistema de rotores (ruedas dentadas giratorias) hace que varíe esa correspondencia a cada pulsación que se hace en la máquina.

Antes incluso del estallido de la contienda, los alemanes estaban seguros de la inviolabilidad de sus cifrados. Pudieron comprobarlo vendiéndole a Franco una serie de 'enigmas'. Una de ellas reposa en una vitrina de Bletchley Park junto a una breve explicación de la Guerra Civil española.


Máquina Enigma de Franco



Una taza para el té cuelga encadenada de un viejo radiador de la caseta número 8 del recinto. Es el icono que retrata al Alan Turing solitario y obstinado que creó la base para hacer saltar por los aires la fortaleza de las comunicaciones navales.

Una quincena de barracones distribuía las labores. "Quien trabajaba en la caseta 4, al sur, podía no saber lo que estaba haciendo la caseta 1", recuerda McKay. El trabajo se organizó en casetas independientes. Turing trabajó en la número 8.

Hacia el final de la guerra, Bletchley Park era la mayor factoría de secretos jamás construida. Se edificaron varios bloques que terminarían albergando toda clase de artefactos criptográficos. Actualmente, el proyecto museístico respeta la sobriedad original de las casetas. Mantiene utensilios restaurados y recrea escenas en cada despacho, a través de proyecciones sobre las paredes, interpretadas por actores.


Caseta nº 8 donde trabajó Turing 


Ordenadores y poesía binaria

Parte del recinto alberga el Museo de la Computación. Alan Turing se valió de un autómata capaz de realizar tareas a gran velocidad para combinar el amasijo de letras enemigas que interceptaban cada día. Una Enigma inversa. La llamada 'bomba Turing' era una versión mejorada de un invento polaco, que bien podría deber su nombre al martilleo que recorre el pabellón cada vez que se activa.

El museo realiza demostraciones de este monstruo del tamaño de un armario con una réplica. Todo fue destruido al terminar la guerra. Donaciones particulares de planos y dinero, en parte de Google, permitieron su resurrección.

En otro de los bloques, se guarda un 'Colossus'. Concebido en 1943, se considera por algunos el primer ordenador programable. Como en el caso anterior, se trata de una recreación. Su parecido con un PC no es ni remoto. Haciendo honor a su nombre, necesitaba una habitación entera para su operativa normal. Su sonido equivale al de varias lavadoras. Aunque se usó para descifrar los mensajes de máquinas Lorenz, se le podían pedir distintas cosas. "Se cuenta que Turing, que deseaba ser amado, programaba la máquina Colossus para que escribiera poemas de amor", recuerda Javier Taravilla, investigador en Filosofía de la Tecnología.

Una ciudad de mujeres superdotadas

La Royal Navy creó una unidad femenina de élite para trabajar en Bletchley. Cerca de 10.000 personas pasaron por esta pequeña ciudad. La mayoría, mujeres. El paisaje de sauces llorones y estanques del exterior en nada se parecía al frenesí de cifras y letras del interior: Turnos rotatorios día y noche. Trabajos mecánicos. Y mucho ruido proveniente de amasijos de válvulas y circuitería. "Afortunadamente, la mayoría de las personas contratadas eran jóvenes, con apenas 19 o 20 años", señala McKay. "A esa edad ese ritmo era más llevadero".


Computador Colossus

Mientras la propaganda de guerra vendía los riesgos de ser seducido por una espía, la 'Royal Navy' tenía una sección de reclutamiento femenino de élite. Las que fueron a Bletchley "habían pasado varios test de aptitud e inteligencia. Parecía un lugar pionero en la igualdad, pero se les pagaba menos", según ha podido saber McKay.

Lingüistas, traductoras, taquígrafas, operarias de teletipos...Su gran problema "llegó después de la guerra". Muchas se vieron obligadas a "volver a roles tradicionales dentro del hogar", a ser esposas y madres. Pero ellas se veían como las mujeres que acabaron con Hitler.

Labios sellados

Una visita pausada al actual Bletchley Park puede llevar más de una mañana, sin contar el tiempo dedicado a los eventos específicos que programa su patronato. Sorprende que un lugar tan grande y que implicó a tanta gente se mantuviese en secreto tres décadas después de echar el cierre. Sobre todo, teniendo en cuenta que fue "un hervidero cultural y deportivo" en paralelo, que forjó amistades y amoríos, recuerda McKay.

Según Timón, "todavía se siguen desclasificando documentos sobre las investigaciones de Turing y lo que pasó en Bletchley". Quizás es la prueba de que no hay mejor máquina de cifrado que unos buenos labios sellados. Aunque, en este caso, Bletchley Park, como Turing, estuviera a punto de ser víctima de su propio secreto.


Fuente:  elmundo.es/ciencia/2014



Información

Maquinas Enigma

En 1936, Hitler le vendió a Franco un lote de máquinas Enigma.


 
Actualizado el 6/2/2009 por  Imperioromano.com/blog



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