Sin embargo, de los 68 gramos originales, solo 50 fueron devueltos por
el científico. Se asumió que el resto de las muestras habían quedado
destruidas durante la investigación. Pero no fue así. En efecto, cerca de tres gramos de ese polvo lunar se guardaron en unas veinte probetas y
dentro de un recipiente sellado al vacío que fue cuidadosamente
almacenado. Una etiqueta revelaba su contenido junto a la fecha "24 de
julio de 1970".
Una roca rara
Desde entonces, nadie volvió a tocar ni el tarro ni las
probetas hasta que el mes pasado una empleada de archivo,
Karen Nelson,
las encontró en el fondo de un viejo almacén del
Lawrence Berkeley National Laboratory.
Junto a las probetas, Karen Nelson encontró también un
artículo publicado en 1971 en Proceedings of the second Lunar Science
Conference y cuyo título reza así: "Estudio de compuestos de carbono en
las muestras lunares del Apolo 11 y Apolo 12". Por supuesto, cuando se
dio cuenta de lo que tenía entre manos, la empleada envió las muestras
al Centro espacial Johnson, de la NASA, donde se ha determinado que aún
pueden resultar útiles para la investigación.
Las muestras proceden de un tipo de roca lunar relativamente rara, denominada
brecha y que consiste en una mezcla de rocas diferentes y no solo de
basalto, que es el mineral más común en el lugar de aterrizaje del Apolo
11. De hecho, solo el 25% de todas las rocas traídas por esa misión
lunar son brechas. La NASA no cree que las muestras fueran robadas, ni tampoco
que su desaparición se haya debido a alguna acción malintencionada. Lo
más seguro, afirman, es que, sencillamente, Calvin se olvidó de ellas.
Fuente: abc.es/ciencia/2013
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