por Raimundo Barbado
Relato
- Te voy a contar lo que me ocurrió hace unas noches -me dijo mi amiga mexicana con derecho a roce y algo más, llamada Maria Fernanda, mientras compartíamos unas copas de tequila en la cantina El Incendio, de Guanajuato, México-. Y prosiguió: Me hallaba dormida en la cama de matrimonio mientras mi marido, borracho perdido, se había quedado hecho polvo en el sofá del salón. Cuando a eso de las cuatro de la mañana me desperté sobresaltada, sin saber por qué, puesto que no tenía ganas de ir a orinar o algo por el estilo. Así que abrí los ojos y me veo en la entrada de la habitación a un tipo desnudo, muy guapo y atractivo, en fin, una especie de Adonis, que me estaba mirando. Yo, en esos momentos, pensé que sería algún ligue que hubiera conocido en un bar durante la noche anterior, aunque no llegaba a reconocerlo y tampoco comprendía bien cómo es que había entrado en casa.
El tal Adonis, sin decirme nada, se metió en mi cama, me besó, chupóme un poco las tetas y luego me penetró. Yo le dejé hacer, más que nada por quedar bien. pese a que me parecía un poco morboso el asunto.
A eso de medio polvo, advertí que al tocarlo tenía como escamas sobre la piel y, algo sorprendida, encendí la luz de la lamparilla de mesita de noche más próxima a mi lado. ¡Recórcholis! Menudo susto que me llevé. Me veo una cabeza de lagarto suspirando de placer mientras me follaba. ¿Qué hago ahora? -me pregunté-. Si lo mando a la mierda es capaz de matarme o comerme, véte a saber.
Así que seguí dejándole hacer, no obstante soportando su olor nauseabundo.
Cuando el bicho aquel terminó o se dió por satisfecho, se destapó, salió de mi cama, se puso en pie, de unos dos metros de altura, verdoso, con unas garras como diablo, y sin decirme ni adiós desapareció del cuarto, conforme se había presentado. Y ya no pude conciliar el sueño. Así que me levanté y me hice un par de cafés tocados con whisky.
Al dia siguiente le comenté lo ocurrido a mi marido; pero éste, sumido en su borrachera pertinente, apenas me hizo caso, es decir, que no daba crédito a lo que le relataba.
- Oye, Raimundo. ¿A tí qué te parece que pueda ser lo que me ocurrió?
- Sin duda -le respondí- tuviste un encuentro sexual con un humanoide reptiliano. Esos seres disponen de capacidad psíquica para presentarse cuando quieren con aspecto de humanos. Supongo que por algún motivo le gustaste, se fijó y fue a por ti. Ya no sé si volverá a buscarte...
- ¿Y qué puedo hacer para evitarlo?
- Quizá deberías proveerte de un crucifijo. Si se te presentara de nuevo le muestras la cruz, como a los vampiros. Como esos reptilianos suelen ser anarcos, no toleran imposiciones religiosas, por lo que es probable que rápidamente se largaría.
- ¿Estás seguro?
- Mujer, seguro del todo no, pero posiblemente sí.
- Por cierto -repuso Maria Fernanda, cambiando de tema- ¿Cuándo nos acostamos tú y yo?
Medité un poco. Y dije: - Mira, nena, hoy mejor que no, pues estoy cansado de tanto viaje en avión, otro dia. ¿Te parece bien?
- ¿Y mañana?
- Sí, mañana mejor -respondí-. Tras dormir unas horas en la habitación del hostal donde me alojo y comer algo, seguramente estaré bastante recuperado física y sexualmente.
Y quedaron para verse, como en otras ocasiones, frente a la Plazuela de San Roque.
Información:
Guanajuato -- Mexico's Dream City
Viajes y eventos
Publicado el 6 jul. 2012 por Bill Weaver